David Kelley
tiene 67 años y es probablemente el spirit animal de millones de diseñadores en
todo el mundo. Este simpático hombre que por momentos recuerda a Groucho Marx
con una sonrisa inmensa y aparenta ser una de las personas más bondadosas del
universo es emprendedor, ingeniero, diseñador, profesor de la Universidad de
Stanford y el creador de IDEO, una de las firmas de diseño más importantes del
mundo que creó el concepto de design thinking.
¿De qué se
trata del design thinking? Lo explica a la perfección Kelley en una clase donde
les pidió a sus alumnos que mejoraran la experiencia de comer ramen.
Pasamos
de pensar en nosotros mismos como diseñadores a pensadores del diseño. Tenemos
una metodología que nos permite encontrar una solución que nunca nadie vio
hasta ese momento.
Kelley, para
muchos, fue una de las personas que más contribuyó al avance del diseño no solo
en Estados Unidos, sino en el mundo. Pero la vida de este tipo que por parecer
más
un granjero que uno de los diseñadores
más
influyentes del mundo, tuvo un momento de quiebre: cuando enfermó de cáncer. Se
enteró
de la enfermedad mientras estaba en la escuela de su hija ayudando a chicos de
cuarto grado a crear mejores mochilas a través del design thinking cuando su
doctor lo llamó y le dio la noticia.
Su esposa, Kc
Branscomb, quien fue CEO de IntelliCorp y a quien conoció a través de su amigo
Steve Jobs, y su hermano, Tom Kelley, quien también fue uno de los fundadores
de IDEO, fueron las personas que más lo ayudaron a atravesar ese momento. Y
atravesando la enfermedad con psicólogos y psiquiatras con un futuro incierto y
con expertos que le aseguraban que no tenía muchos años de vida la pregunta que
no dejó de hacerse fue qué es lo que quería hacer, qué es lo que lo hacía
feliz. La respuesta fue IDEO.
Realmente
creo que me pusieron en el planeta para ayudar a las personas a tener confianza
creativa. Mi contribución es enseñar al mayor número posible de personas a usar
ambos lados de su cerebro de modo que para cada problema, cada decisión en sus
vidas, consideren soluciones tanto creativas como analíticas.
Una de las
personas más importantes en la vida de Kelley fue Bob McKim, mentor que conoció
en Stanford, quien fue uno de los pioneros en el uso de la psicología
experimental en el diseño. Kelley, que ya había pasado por algunas compañías y
como le pasa a muchos de estos genios, sabía que no iba a sobrevivir a la vida
corporativa. Él, como dijo más de una vez, quería trabajar con sus amigos. Así
es como en el 78 Kelley y un grupo de amigos crearon una firma de diseño e
ingeniería en Palo Alto. Tres años después se convirtieron en el estudio que
creó el mouse de Apple revolucionando así el mundo de las computadoras
personales como se conocía hasta ese momento. Pasamos, en parte gracias a
Kelley y en parte gracias a Steve Jobs y Steve Wozniak, a controlar los
entornos computacionales de una manera distinta. Pasamos de los comandos al
cursor. Ellos fueron los que mejoraron la idea que Douglas Englebart y Xerox
PARC habían desarrollado bajándole notablemente el precio y haciéndolo más
confiable.
IDEO no nació
hasta el 91 cuando la firma de Kelley se fusionó con la de Bill Moggridge, que
había diseñado la primera computadora portátil, y la de Mike Nuttall, que tenía
una gran capacidad de diseñar los visuales para productos tecnológicos.
Y si bien desde
que nacieron hablaron de lo que hacían en IDEO como design, Kelley no estaba
contento con eso. Así es como en una reunión en el 2003 con Tim Brown, CEO y
presidente de IDEO, a Kelley se le ocurrió este nuevo concepto que se viralizó
rápidamente al que llamó design thinking.
El tema es que
el design thinking planteaba un cambio de paradigma. Sobre todo en las
compañías que más se refugiaban en departamentos de marketing e ingenieros que
estaban conformados más por personas relacionadas a los números que necesitan
identificar un problema y encontrar una solución.
En los 80s,
cuando dio con este método decidió usar el siguiente esquema: comprender,
observar, hacer brainstorming y después prototipar el producto. Cobraba todo
separado y lo que le decían casi todos los clientes era que empezara desde la
tercera fase. El tema era que él veía que en las primeras fases era donde
nacían las mejores ideas. Y así es como no empezó a aceptar clientes que no
aceptaran el trabajo completo. Esa es la base del design thinking con el que
enfocan todos sus trabajos. Desde diseñar un mouse hasta rediseñar bombas de
agua en países tercermundistas.
Para poder
trabajar de esta manera hay algo que para Kelley es clave: la diversidad. No
hacen falta solo diseñadores en este tipo de procesos. Hacen falta mentes que
estén nutridas de todo tipo de disciplinas como medicina, filosofía,
comunicación, abogacía, educación, ingeniería. Mientras haya más cabezas
distintas pensando sobre algo en común, más posibilidades hay que nazcan ideas
innovadoras para resolver un problema.
Así es como
decidió convencer a los de Stanford de crear una escuela que no entregara
títulos pero que funcionara más como un programa especial para graduados. Esa
escuela es la que hoy se conoce como d.school. Así es como Kelley pasó de ser
alguien a quien no le prestaban demasiada atención y a quien hasta quisieron
reducirle la oficina en un momento a tener reuniones con los grandes de
Stanford.
Y como sucede con cualquier concepto o disciplina de trabajo que se vuelve tan, tan famosa, el design thinking tiene muchísimos detractores que aseguran que o no funciona tan bien como dicen o no funciona por completo. Y por más que tengan razón, lo que importa realmente es que Kelley logró cambiar la manera de pensar de miles de personas en todo el mundo que trabajan inspirándose en lo que él creó a través de los años.
MUY BIEN
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