La historia de la emblemática Barbie no es precisamente de color rosa, o al menos la de su creadora Ruth Handler. La mujer que revolucionó la industria de los juguetes en Estados Unidos y que cambió para siempre el recreo de las niñas, tuvo un camino doloroso; en donde el éxito fue eclipsado por los tribunales -cuando fue condenada por delitos fiscales- y marchitada a causa del cáncer de mama.
Sin embargo ningún muro fue imposible para detener a la visionaria que rompió los tabúes lúdicos, permitiendo a las niñas fantasear con ser adultas gracias al nuevo concepo de muñecas. Levantó un imperio conocido como Mattel, en un mundo dominado por los hombres durante la década de los 60. Durante su enfermedad, decidió agarrarse a la vida y ayudar a otras valientes guerreras en su mismo lugar, desarrollando las primeras prótesis mamarias; para que se sientieran mejor consigo mismas.
Independientemente de que nos guste más o menos Barbie para fines lúdicos, Ruth Handler seguirá siendo una inspiración como ser humano, empresaria y gran visionaria de su tiempo.
La virtud del trabajo
Ruth nació en 1916 en Colorado, era la pequeña de los diez hijos de la familia Mosco. Sus padres habían emigrado desde Polonia a Estados Unidos en busca de un futuro mejor. Pero desgraciadamente la salud de su madre se fue apagando por graves problemas en la vesícula; siendo así la niña quedaría bajo el cuidado de su hermana Sarah, quien acababa de contraer nupcias.
Durante un viaje a Suiza descubrió una muñeca llamada Lilli para adultos, que se convertiría en la inspiración para la futura Barbie
Pero lo que parecía una tragedia, marcó positivamente el espíritu emprendedor de la joven Ruth. Sarah y su esposo tenían un pequeño negocio en el cual ella aprendería a desenvolverse; conociendo así la virtud del trabajo desde temprana edad. Durante la adolescencia conocería al que sería su compañero de vida por más de 60 años, Elliot Handler.
Tras contraer matrimonio en 1938, la joven pareja se mudó a Los Ángeles. La situación económica era muy precaria y vivían humildemente en una habitación encima de una lavandería china; a pesar de las circunstancias trabajaban con mucha ilusión. Elliot era artesano y hacía artículos de regalo que Ruth vendía.
Alan Farnham cuenta en su libro «Historias de grandes éxitos» como el matrimonio se fue superando día con día hasta formar su primera empresa con otro socio llamado Harold Mattson. Ruth se inspiró en el nombre de ambos hombres para crear una de las empresas jugueteras más fuertes del mundo: Mattel.
No obstante, Mattson se retiró al poco tiempo después; dejando a los Handler al mando de la compañía, aunque sería Ruth quien dirigiría el curso de la compañía. Antes de entregarse a la creación de Barbie, Mattel fabricaba marcos de fotos y casas de muñecas que elaboraban con la madera sobrante.
BARBIE NO QUIERE SER MAMÁ
El futuro de los Handler cambiaría durante un viaje a Suiza, cuando Ruth descubrió un peculiar maniquí de pequeñas dimensiones, nunca antes visto en Estados Unidos. Al parecer la figurita de 27 cm era un artículo para adultos, con el pelo sedoso, la mirada provocativa y unas curvas pronunciadas. Su nombre era Lilli y le hizo pensar en una nueva oportunidad de negocio.
«Handler quería darles a las niñas una muñeca que las alentara con la fantasía de ser adultas»
La hija de los Handler, Bárbara no encontraba ningún tipo de diversión jugando a ser mamá con las barriguitas infladas, o sirviéndoles té a las muñecas de trapo. Ella al igual que otras tantas niñas de su época preferían fantasear con su lejano periodo adulto.
«Barbara imaginaba la vida y las profesiones de los hombres y mujeres recortados en papel. Esto enseguida le hizo comprender que había un nuevo modelo de negocio», explicó Alan Farnham
Siendo así, compró una de esas reliquias alemanas y se puso manos a la obra con el desarrollo del nuevo proyecto lúdico. Todo eran obstáculos para el sueño de Ruth. Los diseñadores de Mattel habían rechazado la idea, pues consideraban que aquella estética adulta de Lilli iba a ser un impedimento para que las pequeñas se identificaran con la muñeca. Seguían aferrándose a la obsoleta premisa de que las niñas soñaban con ser mamás; por lo que había que seguir enfocándose en el «mercado seguro»: la fabricación de cochecitos, biberones y bebés de plástico.
No obstante, su marido apostó por ella y juntos evaluaron como aquella Lilli podía adaptarse a las hijas de aquella puritana sociedad estadounidense.
EL GRAN DEBUT
Cabe destacar que para la década de los 50 el plástico se convertiría en el nuevo material estrella en los artículos recreativos.
«Después de la Segunda Guerra Mundial la industria de los juguetes en Estados Unidos cambiaría tras introducirse el plástico. «Los más famosos eran Slinky, en 1945 y Lego, Silly Putty y el Sr. Cabeza de Papa, en 1958», explicó Farnham.
Aquel provocativo artículo para adultos sufrió ciertas modificaciones, como la reducción de busto y el diseño de una mirada más inocente. Durante el proceso creativo, se contrataría a un peluquero y a un diseñador de moda para desarrollar al primer modelo Barbie con toda una línea de ropa.
Los Handler acudieron en 1959 a la Feria de Juguetes en Nueva York para presentar al futuro de las muñecas, BarbieSin la bendición de los otros integrantes de Mattel encargaron a la empresa japonesa Kokusai Boeki Company la fabricación del primer lote. Todo estaba perfectamente detallado y especificado, sólo que los nipones cometerían un error en la producción. ¡Habían pintado los ojos rasgados!, y aunque sería un rasgo muy exótico, las niñas necesitaban un referente cercano de belleza. Por esta razón, Ruth devolvió las muñecas a la fábrica para que corregiesen dicho error.
Tras recibir correctamente el pedido, los Handler se presentaron en la Feria de Juguetes de 1959 en Nueva York. Barbie, llevaba un traje de baño a rayas negras y blancas, un par de zapatos stiletto negros y el sedoso pelo rubio recogido en su característica coleta coleta;
SEÑORA, DUEÑA Y LÍDER EMPRESARIAL
Pero no bastaba con ser dueña y señora de Mattel, la autoestima de una mujer como Ruth no se fortalecía mientras otros pensaran por ella. Después de consolidar esta empresa como pionera en el mercado de muñecas estadounidense, bien podía haberse retirado a una vida más tranquila. No obstante si la compañía quería seguir creciendo había que adelantándose a los deseos más escondidos de las niñas. Hasta la fecha solo ella lo había logrado, tras romper aquel tabú sobre el «escandaloso» recreo de las pequeñas. La pequeña Bárbara y demás niñas querían menos bebés y pañales y más tacones y más novios; lo que alumbraría posteriormente a Ken, el compañero eterno de Barbie.
«En la época en que empecé en los negocios, no había otras mujeres dirigiendo una compañía. El principal obstáculo para mí era que me aceptaran como jefa y como líder. Mirando hacia atrás, el hecho de ser mujer tenía una cierta ventaja, porque los hombres no sabían cómo reaccionar o cómo entenderme», explicó Ruth en una ocasión a los medios.
El éxito de la creadora de Barbie precedió al feminismo corporativo; y aunque ser mujer también implicaba un muro en su carrera profesional, no se dejaría intimidar en aquel viejo mundo donde los hombres llevaban las riendas empresariales.
AGARRANDOSE A LA VIDA
Tras el triunfo en el lanzamiento de Barbie -durante tres años no lograban satisfacer la altísima demanda en las jugueterías norteamericanas- y consolidar la gloria a partir de la década de los 60. Se presentaron en la vida de Ruth graves problemas que bien pudieron arruinarle su carrera profesional, su reputación y terminar con su vida.
En 1970 fue sometida a una mastectomía después de que los médicos le detectaran cáncer de mama. Pero afortunadamente, la depresión no mermó su iniciativa creadora, sino que su enfermedad le inspiraría para ayudar a otras mujeres. La madre de Barbie crearía las primeras prótesis mamarias; para que todas las afectadas pudieran sentirse mejor con ellas mismas, después del traumatismo que implica la extirpación un seno.
«El cáncer de mama destruyó la confianza en sí misma. Mi propia imagen se rompió en pedazos. Quería mantener mi feminidad en un mundo de hombres»
Por si fuera poco en 1974, el matrimonio Handler fue expulsados de su propia empresa tras acusárseles de fraude.
«La Comisión de Bolsa y Valores (SEC), encontró culpable a Ruth al entregar un informe falso. Se le sentenció con una multa de 57.000 dólares y con 2.500 horas de servicio a la comunidad» explicó Marlene Wagman-Geller en su libro «Women who launch: The women who shattered glass ceilings».
Sin embargo esta valiente, no se doblegó ante la traición y con la cabeza en alto fundaría nuevamente otra compañía a la que llamó Ruthton Corporation, como así aseguró Wagman-Geller.
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